La idea de crear Guerra de Bichos nació pensando en una forma de hacer un resumen de la Bacteriología. Nos parecía muy útil conseguir una información escueta pero fundamental de cada microorganismo (bacterias, virus, hongos, parásitos) que ayudara a retener lo más importante. Y según estábamos en ello, todo se fue ‘complicando’. Lo que era un PDF pasó a convertirse en fichas; ya que teníamos las fichas, ¿por qué no darle un formato algo más vistoso? Alguien sugirió un dibujo divertido de cada «bicho» y, después de una maratón de Harry Potter (unos) y GOT (otros), no hubo más remedio de recrear un entorno mítico de casas, héroes y villanos. Y, claro, la conclusión lógica era crear un juego de mesa. Así surgió Guerra de Bichos.
¿Cuál es el objetivo? Utilizar la parte lúdica de la memoria. Aquella que aprende cosas en un entorno distinto de la seriedad y la responsabilidad del estudio y que, por tanto, parece que siempre tiene hueco para más (como ese tercer estómago que aparece al mirar la carta de los postres en un restaurante… bueno, ahora el código QR). Quien esto escribe aprendió mucha Historia gracias a una enciclopedia y concretamente a alguno de sus tomos. Se llamaba Dime por qué y, cosas de crecer con seis hermanos en el siglo XX, la transformamos en un juego de preguntas en el que teníamos que aprender el personaje con pequeñas pistas. Así, con siete años, conocí quiénes eran Menelao, Lafayette o Marie Curie, entre otros.
Ya, ya sé lo que estáis pensando de mí, pero es la realidad. Jugar es una de las mejores formas de aprender porque (y ahora suena música de mensaje trascendente) aprender es maravilloso, pero por desgracia casi siempre lo hacemos por obligación y bajo presión. ¡Cambiemos las reglas del juego! Juguemos aprendiendo y aprendamos jugando. Si juegas a Guerra de Bichos, sin darte cuenta, la Microbiología y las Enfermedades Infecciosas empezarán a ser tus ‘armas secretas’. Y el aburrimiento, tu kriptonita.
Fernando de Teresa, director académico de CTO Medicina