Se cumple un mes de confinamiento, momento idóneo para acudir al testimonio de un especialista para obtener respuestas de qué sabemos y qué no sobre el coronavirus. Víctor Quirós, MIR en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesor de Grupo CTO, arroja luz sobre cuestiones clave como el uso de las mascarillas, las cifras oficiales, el desescalamiento o la futura vacuna.
Tanto la OMS como el Gobierno no recomendaron el uso de mascarillas para la población en general al comienzo de la pandemia, pero ahora parecen haber cambiado de criterio. ¿Es recomendable su uso?
Veo que empezamos fuerte. En el tema de la mascarilla es cierto que la población ha percibido ciertas incongruencias, pero se explican por la propia evolución de la pandemia. Al inicio, cuando teníamos muy pocos casos y había un antecedente epidemiológico claro, como haber viajado a China o al norte de Italia, estudiábamos detenidamente cada caso, aislábamos a la persona y controlábamos a sus contactos más estrechos. Por ello, no tenía sentido recomendar la utilización de mascarilla quirúrgica a la ciudadanía, especialmente en un contexto de escasez donde era fundamental reservarlas para profesionales sanitarios y personas inmunocomprometidas. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Pues dos aspectos fundamentales: organismos internacionales, como los ECDC, han incluido esta recomendación y la evidencia cada vez es mayor respecto al gran número de personas asintomáticas o con síntomas muy leves que pueden transmitir la infección. Por ello, actualmente se recomienda el uso de las mascarillas que se han denominado “higiénicas” en lugares donde no es sencillo mantener el distanciamiento social, como el metro, autobuses, cercanías, etc. Pero tienen que quedar clarísimos dos aspectos. En primer lugar, no sustituyen a las medidas básicas, como el mencionado distanciamiento o la higiene de manos frecuente. Y por último, su objetivo no es protegerme, sino poner una barrera que evite que si yo tengo la infección pueda contagiar al resto.
Respecto a las cifras de contagios. ¿Son reales o se estima que hay muchos más casos?
Las dos respuestas son correctas: son reales y a la vez se estima que hay más casos. Son reales porque es la cifra de casos confirmados, es decir, aquellas personas en las que se ha detectado microbiológicamente el virus. Desde Medicina Preventiva y Epidemiología notificamos diariamente y con mucho rigor cada uno de estos casos. El problema, como todo el mundo conoce, es que estas pruebas estaban limitadas a profesionales sanitarios y a pacientes con alguna patología de base y en las que la infección se está demostrando más grave. Pero hay muchos casos leves que están siendo atendidos telefónicamente en un esfuerzo increíble de los compañeros de Atención Primaria, y otros muchos asintomáticos. Hay estudios que señalan que hasta el 15% de la población podría haber padecido la infección, lo que en España se traduce en 7 millones de personas. En todo caso, tanto la generalización de los test que está comenzando como el gran estudio de seroprevalencia, van a permitir cuantificar mejor el impacto real que la COVID-19 está teniendo en nuestro país.
¿Qué consejos ofrecerías a los sanitarios que deben trabajar en estos momentos tan críticos para evitar el contagio?
Creo que mis compañeros sanitarios necesitan pocos consejos. Están estudiando y acumulando experiencia a marchas forzadas. Higiene de manos, batas impermeables, gafas antisalpicaduras, diferentes mascarillas en función del procedimiento… la teoría es sencilla. Sí que me gustaría insistir, una vez más, a las instituciones para que garanticen la disponibilidad de todo este material. ¡Qué menos que cuidar a los que cuidan!
¿Crees que la COVID-19 ha venido para quedarse, esto es, que en algún momento todos tendremos que padecerlo?
Se continúa investigando sobre las características del virus: si ha venido para quedarse, si es previsible una segunda oleada de la enfermedad… Lo que tengo claro y espero que tranquilice a los lectores, es que si vuelve vamos a estar mucho mejor preparados. Conoceremos mejor la enfermedad, los hospitales estarán más preparados y, lo más importante, tendremos una vacuna efectiva y sabremos gracias a los estudios de seroprevalencia quiénes son los grupos más susceptibles. En resumen, nadie puede asegurar que el virus no vuelva, pero sí podemos estar bastante seguros de que si vuelve el daño que hará estará lejísimos del que está causando ahora.
Al comienzo se dijo que los síntomas del coronavirus eran semejantes a los de una gripe normal, pero, cuando hemos tenido más datos, se ha visto que guarda varias diferencias. ¿Cuáles serían las principales?
La comparación con la gripe, que se ha criticado a posteriori, era inevitable, puesto que ambos son virus respiratorios y tienen aspectos en común. Aunque mucha gente ha percibido esta comparación como un menosprecio a la letalidad del SARS-CoV-2, yo me quedo con que ojalá las precauciones que estamos extremando ahora las mantengamos el próximo invierno. Por ejemplo, qué mejor manera de demostrar que hemos echado de menos una vacuna durante esta pandemia que vacunándonos todos los profesionales sanitarios el año que viene frente a la gripe. Nos protegeremos nosotros y estaremos protegiendo a nuestros pacientes. Contestando a tu pregunta, la letalidad del nuevo coronavirus es superior a la de la gripe estacional. También su transmisibilidad es mayor. En cuanto a la sintomatología, pese a que comparten la fiebre o el dolor de cabeza, la tos del coronavirus suele ser seca, sin expectoración, y está asociando en muchos casos alteraciones del olfato y gusto. En casos graves la sintomatología está aún más diferenciada de los virus gripales.
Pasadas unas semanas, ¿qué se ha hecho mal en la gestión de la pandemia y, sobre todo, ¿qué debemos de aprender para futuras crisis semejantes?
Se han hecho muchas cosas mal. Pero es muy fácil decirlo con los datos de los que disponemos ahora. Aunque las instituciones públicas nos suenen a decisiones políticas, hay profesionales sanitarios que tienen puestos técnicos y que garantizan que las decisiones se tomen en base a la mejor evidencia. Muchos compañeros especialistas en Medicina Preventiva y Salud Pública son auténticos expertos en el manejo de estas situaciones. Por ello, el problema no ha sido actuar en contra de la evidencia. El problema es que la evidencia está cambiando día tras día.
Aunque es terrible que tengamos que aprender ante situaciones como estas, en mi lista de tres deseos para el futuro incluyo: que la higiene de manos haya venido para quedarse, que entendamos que la Sanidad Pública es una inversión hacia una sociedad mejor y nunca un gasto, y que cuidemos a los profesionales sanitarios porque valen oro.
¿Cuándo estimas que sería aconsejable el fin del confinamiento y la vuelta a la normalidad? Tenemos asumido que será escalonada. ¿Pero qué significa eso en la práctica?
Ya está comenzando un cierto desescalamiento, con la incorporación el lunes 13 de abril de profesiones no esenciales. Los meses de desescalamiento más importante serán mayo y junio, aunque dependerán de la situación epidemiológica concreta en cada Comunidad Autónoma. Hay que ser muy cautos en esta fase. Es evidente que la economía española está en juego, pero es igual de evidente que un paso en falso puede devolvernos al punto de partida y tirar por tierra todo el trabajo realizado. Como ejemplo de esas medidas que acompañarían el desescalamiento encontramos la apertura de instalaciones que acojan a pacientes con COVID-19 no hospitalizados cuando no pueda garantizarse el aislamiento en su hogar, la generalización de test rápidos, el trabajo por turnos en las empresas a lo largo de toda la jornada laboral, la instalación de dispensadores de solución hidroalcohólica en todos los centros de trabajo y la vigilancia y control estrecho en las residencias sociosanitarias.
¿Tendremos vacunas o tratamientos fiables contra la COVID-19? ¿En qué fecha se estima?
Los tratamientos y la vacuna, en este caso, tienen horizontes temporales muy diferentes. Algunos de los grandes hospitales españoles ya están investigando fármacos, comparando, por ejemplo, el remdesevir, ritonavir, lopinavir, interferón y cloroquina. Si alguna de estas alternativas demostrara una diferencia notable con el resto, no tardaría en incorporarse a la terapéutica habitual. Cuestión diferente es la de la vacuna. Cuando se aisla en el laboratorio una cepa similar a la causante de la pandemia que podría actuar como vacuna, debe probarse primero en animales de experimentación, para finalmente ir superando las diferentes fases de un ensayo de campo. Es prácticamente imposible disponer de una vacuna segura y efectiva en menos de un año. Pero que a nadie le inquieten estos plazos. El coronavirus en su forma mayoritaria causa cuadros leves en los que el tratamiento es sintomático, tal y como se está realizando en la actualidad.