Cuando se habla de mujeres destacadas del siglo XX, se suele omitir el nombre de Lillian Gilbreth, pionera de la psicología industrial y asesora del Institute of Rehabilitation Medicine de Nueva York.
Tras la repentina muerte de su marido Frank Gilbreth, y para sacar adelante a una familia numerosa compuesta nada menos que por doce hijos, Lillian se vio obligada a dar conferencias en seminarios sobre eficiencia en el campo de la ingeniería industrial, donde ella y su esposo habían realizado novedosos y relevantes estudios acerca del movimiento y su aspecto humano. En las propias palabras de Lillian:
“No es agradable que te envidien, pero si tienen que envidiarte por algo, mejor que sea por lo que eres que por lo que posees”.
Sabio consejo de una psicóloga y madre extraordinaria que supo estar a la altura de las circunstancias en un contexto laboral hasta entonces vetado para las mujeres.
Pilar Díaz, presidenta de CTO.