La residencia EIR es un periodo clave en el que puedes tener dudas e incertidumbres. A continuación, dos enfermeras te cuentan su experiencia en primera persona.
Soy matrona, pero antes de eso fui… RESIDENTE, o mejor dicho RESISTENTE, RESILIENTE…
¡Sí! La verdad es que la residencia es un periodo formativo increíble, en el que vas a aprender muchísimo, pero también es intenso y por lo tanto en algunos momentos un poco duro. Pero… cada vez que piensas ¿por qué empecé? ¿a dónde voy a llegar? Ves tan claro que vale la pena, que solo puedes continuar con ganas e ilusión.
Ser residente empieza en el momento que firmas tu plaza el día del examen EIR, tras sobrevivir al POSTEIR… (uff, el posteir) comienzas a buscar, ¿Qué hago? ¿Dóonde?? ¿Y si ahí no me llega?? Y pasas unos meses preguntando, investigando, dando vueltas a la cabeza constantemente. Llega el ansiado día y al fin, escoges tu merecida plaza.
Inicias la residencia super nervios@, ¡es como el primer día de cole! Conoces a tus compañer@s, a tus tutores, tu servicio… Te explican las normas, tus derechos, deberes, requisitos, las rotaciones que vas a tener, las vacaciones… Y comienza la aventura. Una aventura única como te decía antes. Durante dos años vas a tener una formación teórico-práctica de la especialidad que has elegido. La formación y los rotatorios cambian mucho según la especialidad que escojas y también dependiendo de la Unidad Docente, es decir, de en que CCAA hayas escogido la plaza. Al igual que el sueldo, que también depende mucho de estos factores, pero por regla general el sueldo de una residente ronda los 1000€. En las especialidades que se permiten hacer más guardias, es más alto. Para superar la formación hay que presentar un Trabajo Final de Residencia y en la mayoría de las UD también hay exámenes teóricos.
Tu día a día se convierte en un aprendizaje continuo, en el que vas a poder coger lo mejor de cada profesional que te acompañe en tu camino. Vas a rotar por servicios que ni habías imaginado. Al principio, todo te parecerá un mundo, desconocido, incierto… pero con el paso de los meses, irás adquiriendo muchísimas destrezas y competencias para terminar con tu título de especialista. Un título que te va a abrir puertas nuevas.
Para muchos de nosotr@s, la mayor motivación es poder especializarnos en unos cuidados concretos para poder ofrecer cuidados de calidad a nuestros pacientes. Poder sentirnos bien formadas en nuestro trabajo, seguras, tranquilas, todos los días dedicados a algo en lo que somos especialistas y no tratando de sobrevivir cada día en un servicio distinto. Para otr@s, la residencia es un mero trámite para alcanzar su sueño, puesto que siempre han querido ser especialistas en… Sea cual sea la razón, te aseguro que la recompensa merece la pena.
En mi caso, nunca me había planteado especializarme hasta llegar a 3º de enfermería, cuando se acercaba la salida al mundo laboral y tras ver la realidad en las prácticas. Decidí emprender el camino de la especialización sin tener muy claro, en que quería especializarme. Algo que tuviese que ver con niños, porque son mi perdición. En los meses de preparación y tras conocer a Javi CTO, decidí que quería ser matrona, y os aseguro que ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. Terminé la residencia y no he dejado de formarme, pero disfruto cada día que me levanto para ir a trabajar y eso, NO TIENE PRECIO. Así que… os animo a que luchéis por vuestro sueño.
Lo primero que todo residente hace cuando comienza su andadura, o que debería hacer, es dirigirse a su unidad docente. Allí te dirán los documentos que necesitan para tramitar tu contrato y hacer efectiva tu plaza. Una vez tienes número de colegiado, has firmado documentos que justifican que en condiciones normales no cometerás ningún crimen, al menos voluntariamente, comienza la aventura.
Debo destacar que cada unidad docente es completamente distinta a cualquier otra, incluso dentro de la misma comunidad autónoma.
Yo realicé mi especialidad, Enfermería Familiar y Comunitaria, en Mérida (Extremadura) donde se empieza con una estancia en el centro de salud desde mayo hasta septiembre. Aquí descubrimos los diversos programas de salud, talleres con la comunidad (nosotros trabajamos el taller del diabético), conocemos el funcionamiento de pediatría de atención primaria y tenemos nuestro primer contacto con las temibles guardias.
En Mérida, el sistema de guardias consiste en un mínimo de tres tardes en Atención Primaria y una guardia de 24 horas de fin de semana en lo que aquí llaman Punto de Atención Continuada (PAC), que se trata del servicio de urgencias fuera de la jornada laboral. Ya iremos complicando el asunto con una de urgencias mensual y otra de 112 o salud rural cuando rotemos por dichos servicios.
Tras superar el primer verano, con la ilusión de las primeras vacaciones remuneradas y descubriendo el significado de paga extra que tan a chino nos sonaba, nos disponemos a “rotar” por los distintos servicios y dispositivos colaboradores, además de intentar explicar una y otra vez hasta la saciedad que no eres alumno, pero tampoco MIR, sino proyecto de Enfermero Especialista.
Mi primera rotación fue en el servicio de Urgencias del Hospital de Mérida, y a partir de este mes, sumamos una guardia mensual de tarde hasta pasar a R2.
A continuación, experimenté una de las experiencias más bonitas de la residencia, en Salud Rural. Pasé un mes en un pequeño pueblecito llamado Torremejías, donde compañeros y pacientes me transmitieron su buen rollo y su energía positiva, quedando completamente enamorada del trabajo allí (aquí también sumaremos una guardia de 16,5h al mes hasta R2)
Después de esta preciosa experiencia, mi siguiente rotación me permitió conocer un poco más de cerca, la labor hospitalaria de las consultas externas de Endocrino, empapándome de cómo se realiza el seguimiento de diabéticos, cómo se abordan los debuts diabéticos, pautas de dietas…
Diciembre me curtió en Ostomías y Espirometrías, y comencé el año nuevo con el mejor equipo que he conocido hasta la fecha, el equipo de Paliativos del Hospital de Mérida, que me enseñó que los cuidados enfermeros no sólo son necesarios para devolver la salud, sino que sanamos el alma. Con ellas, comprendí el valor de la familia, de las palabras y de la despedida, y aprendí también, por ilógico y contradictorio que parezca, a amar la vida a través de la mirada de la muerte.
En dermatología descubrí que el manejo del bisturí no se me daba nada mal, en marzo aprendí los distintos métodos de anticoncepción que existen en el mercado, y a realizar valoraciones dentro del servicio de planificación familiar.
De Salud Mental me llevé mi total admiración hacia la labor de acompañamiento, paciencia, comprensión y seguimiento de los pacientes de la unidad.
En la siguiente rotación sufrimos un poco la “amenaza del intrusismo” en el servicio de paritorio y ginecología, hecho que se vio notablemente compensado por la disposición de nuestras compañeras matronas y residentes de ginecología, quienes nos transmitieron sus conocimientos y nos acompañaron durante nuestra estancia en dicha unidad. Las urgencias y emergencias tomaron otro color de la mano de la UME, acercándonos un poco más a esta gran labor que no siempre está reconocida.
También tuve el placer de pasar una semana por el servicio de dirección de salud, para comprobar desde dentro, como se mueven las epidemias, el funcionamiento de las campañas de vacunación y todo lo que mueve el servicio de prevención de salud.
Tras solicitarlo como rotación optativa, la UCI fue mi segunda casa en el mes de julio, aumentando mi admiración y respeto por la labor en este servicio
Y cómo sobrevivir a una rotación “externa” en agosto, sería el mejor título para mi rotación de Cirugía Vascular en Badajoz, de mi breve paso por el servicio de Urología (consultas externas) pude quedarme con las técnicas de administración de quimioterapia intravesical y la técnica de realización de flujogramas.
En septiembre tuve la gran suerte y el privilegio de sentirme un miembro más de la gran familia de EPES, 061 Sevilla, como parte de mi petición de rotación externa optativa. Es todo un placer conocer desde dentro el gran trabajo de coordinación de un equipo tan grande como es este. Durante esta etapa todos y cada uno de sus miembros me hicieron sentir como en casa y todos sin excepción intentaron aportar su granito de arena en mi formación, respondiendo mis dudas y aportándome la información y técnicas que consideraron que pudieron sentirme útil.
Y por fin, después de un año de un lado para otro, volví. A mi consulta. Con mi equipo. A mi casa.
Desde septiembre a mayo, me apoderé literalmente “del cortijo”, intentando transmitirles a mis pacientes mi ilusión y mis ganas por trabajar con ellos, disfrutando de cada programa, cada intervención, cada taller que dimos…
En esos últimos meses, el centro de salud y mis compañeros me hicieron sentir una más del equipo, mis pacientes me hicieron sentirme especial y querida, y yo me sentí con mucho orgullo, más enfermera que nunca.
Reconozco que en mayo de 2015 era una niña asustada, que no sabía de nada, pero quería opinar de todo y que se llevaba todos los palos (muchos merecidos) por su falta de inexperiencia profesional y en la vida en general.
Hoy me queda todavía un largo camino por recorrer, y muchísimo por aprender, pero me siento menos asustada, más madura, más vulnerable, pero más humana.
Por fin puedo decir bien alto que SOY ESPECIALISTA EN ENFERMERÍA FAMILIAR Y COMUNITARIA.